Resumen de la transcripción de la conferencia TED de sobre las mujeres emprendedoras y su gran importancia para la economía de las naciones.
No invertimos en víctimas, invertimos en sobrevivientes. Y en formas grandes y pequeñas, el relato de la víctima modela la forma en que vemos a las mujeres.
Hace seis años, comencé a escribir sobre mujeres emprendedoras durante y después de situaciones de conflicto. Me propuse escribir una historia económica persuasiva, una que tuviera grandes personajes, que nadie más estuviera contando, y que yo considerara importante. Y eso resultó ser las mujeres.
Yo había dejado ABC News y una carrera que amaba a los 30 por la escuela de negocios, un camino sobre el que no sabía casi nada. Ninguna de las mujeres con las que había crecido en Maryland había terminado la facultad, y menos aún considerado la escuela de negocios. Pero habían trabajado duro para alimentar a sus hijos y pagar su renta. Y yo ví desde una temprana edad que el tener un trabajo decente y un buen nivel de vida hacía la mayor diferencia para las familias menos favorecidas.
Si vamos a hablar de trabajos, tenemos que hablar de emprendedores. Y si vamos a hablar de emprendedores en un marco de conflicto y post-conflicto, entonces debemos hablar de las mujeres, porque ellas son la población que queda. Inmediatamente después del genocidio, Ruanda era un 77% mujeres. Quisiera presentarles a algunas de esas emprendedoras que conocí y compartir con ustedes algo de lo que me han enseñado con los años.
Fui a Afganistán en 2005 a trabajar en una nota para el Financial Times, y allí conocí a Kamila, una joven mujer que me contó que acababa de rechazar un trabajo con la comunidad internacional que le hubiera pagado casi $2.000 al mes, una suma astronómica en ese contexto. Y lo había rechazado, me dijo, porque estaba por comenzar su próximo negocio, una consultoría de emprendimientos que le enseñaría técnicas de negocios a hombres y mujeres en todo Afganistán. Los negocios, me dijo, eran críticos para el futuro de su país. Porque mucho después de que esta partida internacional se fuera, los negocios ayudarían a mantener su país pacífico y seguro. Y dijo que los negocios eran aún más importantes para las mujeres porque generar un ingreso generaba respeto y el dinero es poder para las mujeres.
Piensen en esto: Aquí había mujeres que desafiaron al peligro para convertirse en el sostén de su familia durante los años en los que no podían si quiera salir a la calle. Y en un tiempo de colapso económico en el que la gente vendía muñecas y cordones de zapato y puertas y ventanas sólo para sobrevivir, estas chicas hacían la diferencia entre subsistir y morir de hambre para tanta gente. No podía dejar la historia, y no podía dejar tampoco el tema, porque donde quiera que iba conocía más de estas mujeres de las que nadie parecía saber, o querer saber.
Continué hacia Bosnia, y en mis primeras entrevistas me encontré con un oficial del FMI que me dijo: «Sabes Gayle, no creo que realmente tengamos mujeres de negocios en Bosnia, pero hay una señora vendiendo queso cerca de aquí al costado de la ruta. Así que tal vez puedas entrevistarla.» Así que fui haciendo reportajes y luego de un día conocí a Narcisa Kavazovic, quien en ese momento estaba abriendo una nueva fábrica en las antiguas líneas de guerra de Sarajevo. Había empezando su negocio ocupando un garage estacionado, cosiendo sábanas y fundas de almohada que llevaría a mercados por toda la ciudad para poder mantener a los 12 o 13 miembros de su familia que contaban con ella para su supervivencia. Cuando nos conocimos, tenía 20 empleados, la mayoría mujeres, que estaban enviando a sus hijos e hijas a la escuela. Y ella era sólo el comienzo. Conocí mujeres dirigiendo negocios de aceites esenciales, vinotecas e incluso la agencia de publicidad más grande del país.
Así que estas historias juntas fueron tapa del suplemento de negocios del Herald Tribune. Y cuando se publicó esta historia, corrí a mi computadora a reenviársela al oficial del FMI. Y le dije, «Por si estás buscando emprendedores para presentarse en su próxima conferencia de inversiones, aquí hay un par de mujeres.»
Pero piensen en esto. El oficial del FMI difícilmente sea la única persona en automáticamente etiquetar a las mujeres como «micro». Estos prejuicios, sean intencionales o no, son predominantes, al igual que las imágenes mentales equivocadas. Si ven la palabra «microfinanzas», ¿qué les viene a la cabeza? La mayoría de la gente diría mujeres. Y si dicen la palabra «emprendedor», casi todos piensan en hombres. ¿Por qué es eso? Porque apuntamos bajo y pensamos pequeño cuando se refiere a las mujeres.
La microfinanza es una herramienta increíblemente poderosa que lleva a la autosuficiencia y el auto respeto, pero debemos ir más allá de los micro deseos y las micro ambiciones para las mujeres, porque ellas tienen más grandes esperanzas para ellas mismas. Quieren pasar de micro a medio y más allá. Y en muchos lugares, ya están ahí. En Estados Unidos, los negocios propiedad de mujeres crearán cinco millones y medio de nuevos empleos hacia 2018. En Corea del Sur e Indonesia, las mujeres son dueñas de casi medio millón de empresas. En China, las mujeres dirigen el 20% de los pequeños negocios. Y en el mundo en desarrollo en general, ese número es del 40 al 50%.
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Casi a cada lugar al que voy, conozco emprendedoras increíblemente interesantes que buscan acceso a financiación, acceso a los mercados y redes de negocio establecidas. A menudo son ignoradas porque son más difíciles de ayudar. Es mucho más riesgoso otorgar un préstamo de 50.000 dólares que uno de 500. Y como el Banco Mundial ha notado recientemente, las mujeres están atrapadas en una trampa productiva. Aquellas en pequeños negocios no pueden conseguir el capital que necesitan para expandirse y aquellas en microemprendimientos no pueden salir de ellos.
Hace poco estuve en el Departamento de Estado en Washington y conocí una emprendedora de Ghana increíblemente apasionada. Ella vende chocolates. Y había venido a Washington, no buscando una limosna ni un microcrédito. Había venido buscando una seria inversión en dólares para poder construir la fábrica y comprar el equipamiento que necesita para exportar sus chocolates a África, Europa, Oriente Medio y mucho más allá; capital que le permitiría emplear a más de las 20 personas que ya tiene trabajando para ella, y capital que alimentaría el crecimiento económico de su país.
La buena noticia es que ya sabemos qué es lo que funciona. La teoría y la evidencia empírica ya nos lo han enseñado. No necesitamos inventar soluciones porque ya las tenemos: créditos al flujo de caja basados en las ganancias más que en los activos, créditos que usen contratos seguros en lugar de colaterales, porque las mujeres a menudo no poseen tierras. Y Kiva.org, la microprestamista, ahora está experimentando con tercerizar en forma masiva pequeños y medianos préstamos. Y eso es sólo el comienzo.
Recientemente se ha puesto muy de moda llamar a las mujeres «el mercado emergente del mercado emergente». Creo que es extraordinario. ¿Saben por qué? Porque (y digo esto como alguien que trabajó en finanzas) por lo menos 500 mil millones de dólares han ido a parar a los mercados emergentes en la pasada década. Porque los inversores vieron la ganancia potencial en tiempos de bajo crecimiento económico, y entonces crearon productos financieros e innovación financiera orientada a los mercados emergentes.
¿Cuán maravilloso sería si estuviéramos preparados para reemplazar nuestras airadas palabras con nuestras billeteras e invertir 500 mil millones de dólares dando rienda suelta al potencial económico de las mujeres? Sólo piensen en los beneficios en lo que refiere a puestos de trabajo, productividad, empleos, nutrición infantil, mortalidad materna, alfabetización y mucho, mucho más.
Porque, como dijo el Foro Económico Mundial, reducir las brechas económicas entre géneros está directamente relacionado con un incremento en la competitividad económica. Y ni un solo país en el mundo ha eliminado su brecha de participación económica; ni uno solo.
Así que la buena noticia es que esto es una gran oportunidad. Tenemos tanto lugar para crecer. Así que ven, esto no es acerca de hacer el bien, es acerca del crecimiento global y empleo global. Es sobre cómo invertimos y sobre cómo vemos a las mujeres. Y las mujeres no pueden continuar siendo la mitad de la población y un grupo de interés especial.
A menudo entablo interesantes conversaciones con periodistas que me dicen, «Gayle, éstas son historias geniales, pero realmente estás escribiendo sobre las excepciones». Ahora, eso me obliga a pausar por un par de segundos. Primero, para excepciones, hay muchas de ellas y son importantes. Segundo, cuando hablamos de hombres que están teniendo éxito, justamente los consideramos íconos o pioneros o innovadores a ser emulados. Y cuando hablamos de mujeres, son o bien excepciones a ser desechadas o aberraciones a ser ignoradas.
Y finalmente, no hay ninguna sociedad en todo el mundo que no cambie excepto por lo más excepcional de ella. ¿Así que por qué no podríamos celebrar y elevar a estas creadoras de cambios y empleos en lugar de pasarlas por alto?
Mi madre era una madre soltera que trabajaba en la compañía telefónica durante el día y vendía Tupperwares de noche para que yo pudiera tener cada oportunidad posible. Comprábamos con cupones dobles y cuotas y tiendas de segunda mano, y cuando ella enfermó con cáncer de mamas de fase cuatro y ya no pudo trabajar más, hasta aplicamos para estampillas de comida. Y cuando sentía lástima por mí misma como lo hacen las niñas de 9 o 10 años, ella decía, «Mi cielo, en una escala de las mayores tragedias mundiales, la tuya no llega a tres.»
Y cuando estaba aplicando para la escuela de negocios y estaba segura de que no podría lograrlo, y nadie que yo conocía lo había logrado, fuí con mi tía, que había sobrevivido años de golpizas por parte de su esposo y escapado a un matrimonio de abusos con tan sólo su dignidad intacta. Y me dijo, «Nunca adoptes las limitaciones de otras personas.»
Y cuando me fui a quejar con mi abuela, una veterana de la Segunda Guerra Mundial que trabajó en el cine por 50 años y me apoyó desde los 13 años, de que estaba aterrorizada porque si rechazaba un trabajo muy bueno en ABC por una beca en el exterior, nunca, nunca, conseguiría otro trabajo, me dijo, «Niña, te voy a contar dos cosas. Primero que nada, nadie rechaza un Fulbright, y segundo, McDonald’s siempre está contratando. Encontrarás un trabajo. Pega el salto.»
Las mujeres aquí y viéndonos en Los Ángeles y en todo el mundo no son excepciones. No somos un grupo de interés especial. Somos mayoría. Y por demasiado tiempo, nos hemos subestimado a nosotras mismas y hemos sido menospreciadas por otros. Es hora de que apuntemos más alto cuando hablamos de mujeres, para invertir más y hacer uso de nuestros dólares para beneficiar a mujeres en todo el mundo.
Podemos hacer una diferencia, y hacer una diferencia, no sólo para las mujeres, sino para la economía global que desesperadamente necesita sus contribuciones. Juntos podemos lograr que las así llamadas excepciones sean la regla. Cuando cambiemos la forma en que nos vemos a nosotras mismas, otros nos seguirán. Y es tiempo de que todos pensemos más grande.
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